La riqueza más importante que encontraron los españoles al llegar fue la fuerza de trabajo del indígena. En todos los pueblos que aquellos fundaron, los aborígenes hilaban algodón y lana, tejían lienzo y otras telas con las que confeccionaban prendas de vestir y de adorno. Para mejorar esta producción se trajeron maestros tejedores españoles con utensilios y herramientas europeas.
Luego de la independencia, Europa pasa a comprar la materia prima, perjudicando de esta manera la industria artesanal de Córdoba, Tucumán y Santiago del Estero. Sin embargo, a pesar de esto, siempre se mantuvo un comercio interno de tejidos característicos de cada comarca.
No puede determinarse si los habitantes de la región practicaban antes de la conquista la industria del tejido artístico, tal como se desarrolló y creció en la colonia, pero sí podemos decir que nunca fue una industria urbana, sino campesina, y que le permitió al alma indígena expresar frente al europeo su pensamiento y simbología.
La tejeduría es la artesanía que más fuerza conserva en nuestro país. En ella confluyen rasgos de nuestras dos grandes vertientes culturales: la indígena y la europea. La tejedora de hoy sigue realizando la misma temática decorativa indígena, colonial o precolonial, buscando satisfacer su esencial necesidad de color y de forma.
© LA GACETA
Ruth Corcuera - Licenciada en Historia de la Universidad de Buenos Aires, doctora en Historia de la Universidad Católica de Perú.